En la vorágine de la vida cotidiana, donde el estrés y la ansiedad a menudo nos acechan, la búsqueda de la serenidad emocional se convierte en una necesidad imperante. En este viaje hacia el bienestar, la meditación emerge como una práctica transformadora respaldada por la ciencia. Nazareth Castellanos, en su reveladora charla, nos sumerge en la conexión entre la meditación y la salud emocional, desentrañando cómo esta antigua disciplina puede remodelar nuestro cerebro y mejorar nuestra calidad de vida.
«Yo tengo una hija que tiene cinco años. Está aprendiendo a andar en bicicleta. Hace poco, salimos a la calle juntas, y ella estaba emocionada por haber aprendido algo que le parecía imposible unas semanas antes», compartió Nazareth Castellanos en su charla sobre meditación y bienestar emocional.
«Sin embargo, al ser tan pequeña, desconoce los peligros de la calle. Se acercaba a la acera sin percatarse de un coche que se aproximaba. En ese momento, algo en mi cerebro cambió. Lo que sucedió fue que mi cerebro fue ‘secuestrado’ por la amígdala.»
«La amígdala, esa pequeña estructura en lo más profundo de nuestro cerebro, tiene un papel crucial en la gestión de nuestras emociones. Fue descubierta en 1984 en la Universidad de Nueva York y desde entonces se le atribuye el control emocional.»
«La peculiaridad de la amígdala es que, cuando detecta algo alarmante, activa una carretera secundaria que se conecta directamente a la corteza frontal, la joya de la corona del cerebro.»
«Este secuestro amigdalino puede ser una ventaja en situaciones de peligro inminente, como cuando reaccioné como una gacela para salvar a mi hija. Sin embargo, en situaciones de estrés crónico o ansiedad, la amígdala puede detectar alarmas inexistentes, haciendo que nos enfademos sin motivo o que veamos problemas donde no los hay. En esos casos, la amígdala se hipertrofia y se hiperactiva, convirtiéndose en una fuente de insatisfacción vital.»
«La investigación científica sugiere que la meditación puede modular este sistema amigdalino. Al meditar, se reducen los niveles de estrés, y con el tiempo, la amígdala vuelve a su tamaño normal. La práctica regular de la meditación también fortalece la corteza frontal, dificultando que la amígdala la secuestre. Esto mejora el bienestar, la inteligencia emocional y la regulación emocional, brindando una mayor calidad de vida.»
«No es necesario llevar una vida monástica para meditar. Observar las sensaciones del cuerpo, especialmente la respiración, es un punto de partida común. La meditación de apenas 30 a 45 minutos al día, unos cinco días a la semana, puede generar cambios significativos en la estructura cerebral en tan solo dos meses.»
«La meditación no solo moldea nuestro cerebro, sino que también afecta la comunicación entre el corazón y el cerebro. La amígdala, que moldeamos a través de la meditación, es una puerta por la cual el corazón se comunica con el cerebro. Esto destaca la importancia de aprender a regular nuestro sistema amigdalino.»
«En resumen, la neurociencia respalda la idea de que al conocernos y practicar la meditación regularmente, nos convertimos en escultores de nuestra propia escultura cerebral. Así como mi hija superó la percepción de lo imposible en su bicicleta, nosotros también podemos cambiar y moldear nuestra mente para mejorar nuestra calidad de vida.»